Como esta semana se celebra un aniversario más de la Escuela de Comunicación Social, les presentamos a continuación un artículo que puede servirnos para discutir en torno al papel del comunicador en la sociedad. En dicho artículo se discute si el periodista debe participar de la realidad o debe limitarse a constatarla y luego difundirla. ¿Deben participar los periodistas? es la gran pregunta que los comunicadores debemos responder.
Por fin... ¿deben participar los periodistas?
“Observación no participante” diría un
sociólogo. “No mezclarse, sólo somos testigos” repetiría un periodista
ortodoxo. Pero lo cierto es que los periodistas de aquí y de allá están cada
vez más involucrados en historias, sucesos, en que su participación no sólo es inevitable sino necesaria.
Pocos deben recordar este episodio que
pertenece a la más dolorosa memoria histórica del periodismo latinoamericano.
Leopoldo Aragón era un periodista panameño que se oponía la Tratado Torrijos-Carter
sobre el Canal y había sido deportado. Primero estuvo en Lima –donde le
conocimos y Paco Moncloa le editó un libro sobre su experiencia corresponsal en
Washington. Luego pasó a Estocolmo y siguió su prédica contra lo que pensaba
que perjudicaba a Panamá. Pocos, o nadie, le hacía ya caso y entonces recurrió
a lo extremo para llamar la atención de la prensa mundial, esto es, suicidarse
en público. Era noviembre de 1977.
Aragón convocó a los periodistas a la puerta
de la Embajada
de Panamá en Estocolmo, repartió octavillas, se roció con gasolina y encendió
un fósforo, muriendo poco después con quemaduras horribles.
¿Por qué ningún periodista o corresponsal
de los que estaban allí con sus cámaras listas, saltó a impedir la inmolación?
¿En nombre del periodismo?
En 1963, el célebre bonzo Quang Duc había
hecho lo mismo en Saigón, delante de algunos periodistas. Quizá estos, los
primeros, fueron sorprendidos. Pero los siguientes tuvieron como espectadores a
corresponsales que no movieron ni un dedo para impedir tales barbaridades. Este
problema de la no-participación en nombre del periodismo estilo Gran Hermano
(que sólo ve, registra y pasa a los espectadores), revive cada día en América
Latina y sacude los fundamentos de la profesión. Los casos son incontables y
vienen hoy a cuento porque el presidente Uribe de Colombia ha lanzado la frase:
“Una cosa son aquellos amigos del terrorismo que fungen como periodistas y otra
cosa son los periodistas”. Y es que un periodista entrevistó a un secuestrado
de las FARC porque obviamente tenía los contactos requeridos para hacerlo y no
los reveló al gobierno, y estaba allí cuando los subversivos liberaron a varios
rehenes.
Pasó también en el Perú cuando los
periodistas estuvieron con una columna armada del MRTA y entrevistaron a Polay;
y a nadie se le ocurrió acusarlos de amigos del terrorismo.
De regreso a la interrogante inicial la
respuesta correcta debería ser que sí, que el periodismo-solo-testigo es
imposible.
Así, el fotógrafo Kevin Carter debió
espantar al buitre que esperaba la muerte de la pequeña niña africana. No lo
hizo y ganó el Premio Pulitzer pero lo destrozó la culpa y se suicidó seis
meses después.
Juan Gargurevich
Tomado de La Primera (Lima-Perú), 14.02.09.
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